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Orval: documento inédito sobre la trapense

Documento cerveza Orval
Fuente: web oficial de Orval.

Este documento relativo a la cervecería trapense de Orval, fechado en 1971, pertenece al Instituto Belga de Información y Documentación, con sede en Bruselas. Firma MCC de Backer. El texto recorre la historia de la abadía belga, la vida de los monjes y la elaboración de cerveza. No revelaré cómo llegó a mí este documento. Tras consutarlo en Google, me di cuenta de que no existía en el buscador, así que me propuse traducirlo.

Pronto comprendí que, con mi pobre francés de instituto, no podría hacer justicia a un documento tan interesante. En consecuencia, pedí ayuda a Alexandre Bazzoli, nativo francés y propietario de Los Grifos; un bar de cerveza artesana en Madrid. Bazzoli realizó la primera traducción, por lo que le estoy muy agradecido, sobre la que un servidor efectuó modificaciones.

El resultado es, por tanto, un texto en español fiel al documento original en francés. Al principio de cada una de las cuatro páginas aparece la correspondiente imagen original. Puedes ampliarla si pinchas encima.

Traducción del documento sobre Orval

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Documento cerveza Orval 2
Página 1 del documento sobre Orval. Pincha para ampliar.

La abadía de Orval, en Bélgica

Un remanso de paz secular donde la “cerveza de los monjes” todavía se fabrica

La cerveza es la bebida nacional en Bélgica y otros países de Europa. Se trata de un uso secular porque, desde el principio de nuestra era, los romanos, después de haber descubierto la cerveza en Egipto y en Grecia, percibieron durante su conquista del occidente que los galos también la fabricaban.

Durante la Edad Media, la fabricación de esta bebida es una de las tareas domésticas cotidianas. Pequeñas cerveceras hacen luego su aparición en las ciudades pero sobre todo dentro de los conventos. No es sorprendente si pensamos en la función social que tienen las abadías que sirven de refugio a peregrinos y viajeros y les ofrecen alojamiento y cubierto. Con la multiplicación de hostales y albergues, los monasterios cesan poco a poco esta actividad y sus cerveceras desaparecen una tras otra.

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Y aun así, pocos son hoy día los cafés belgas donde no se puede tomar una “trapense”. Esta apelación, protegida por ley, designa exclusivamente a la cerveza elaborada por los Trapenses que pertenecen a una de las órdenes más austeras del mundo. Existen todavía en nuestro país cuatro abadías cistercienses: Westmalle, Chimay, Rochefort y Orval, que producen esta reputada bebida.

Reanudando con esta antigua tradición, los Trapenses han querido hacer frente a las exigencias de la vida moderna y de paso, respetar otra de sus tradiciones que consiste en procurar trabajo a los habitantes de la región donde se establecen, mientras aportan su ayuda a numerosas obras de caridad.

“Esta abadía tan famosa por su reforma (religiosa)…

es de la orden de Saint Bernard. Todos los transeúntes son tratados magníficamente durante varios días, mientras que los religiosos solo comen verduras y raíces, un poco de queso y leche, salvo el domingo y el jueves, que tienen un plato de pescado. La bebida es la cerveza o el vino que eligen por medio año, y no pueden beber otra cosa hasta que se termine”.

(Página 2)

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Página 2 del documento sobre Orval. Pincha para ampliar.

Estas líneas se extrajeron por un historiador belga, el vizconde Terlinden, de las memorias de peregrinación que un franciscano belga hizo en 1726. Este último, relatando su estancia en la abadía de Orval, describe la fabricación de la cerveza. Nos da en términos concisos una imagen ingenua pero fiel de una existencia monacal rigurosa, que no ha variado hasta nuestros días. En efecto, los cincuenta trapenses de Orval empiezan su día a las 4 de la mañana con el canto de la Vigilia. Algunos monjes-sacerdotes celebran entonces su misa cotidiana en los altares laterales de la basílica. Tras una bocado ligero, los monjes cantan la oración de Laudes, y luego el día fluye con una alternancia de trabajo, plegarias, meditación y estudio de contemplación. A las 11, la comunidad se reúne para celebrar la Eucaristía. A las 20, después de haber dicho su reconocimiento a la Virgen con el canto del Salve Regina, vuelven a su celda a pasar la noche. Su dieta alimentaria sigue siendo vegetariana. Durante el día, guardan silencio “por respeto hacia la vida interior de sus hermanos y todavía más por amor hacia el Señor con quien se esfuerzan en dialogar constantemente”, como lo dice el bonito folleto ilustrado, editado por la abadía.

Una historia agitada

En 1970, la abadía de Orval celebró su 900° aniversario desde su fundación. Es en 1070, en efecto, algunos benedictinos venidos de Calabria se establecen en el espeso bosque de Orval. Movilizados a su país de vuelta, son sustituidos al principio del siglo XII por los canónigos regulares de Trêves. En 1132, a petición del conde Albert de Chiny, Saint Bernard, uno de los fundadores de Citeaux, envía a Orval un grupo de monjes blancos venidos de Champagne. Fiel al estilo característico de la orden cisterciense, empiezan inmediatamente la construcción de un sólido monasterio, al borde de la calzada romana que va desde Reims hasta Trêves. Un año más tarde, un incendio destruye los edificios. Sin perder el coraje, los monjes reconstruyen.

Mas es una vida agitada, llena de horas claras y de días oscuros, la que espera a la abadía situada en la depresión de un magnifico valle. En 1637, las tropas franco-suecas del mariscal de Châtillon lo destrozan y lo incendian. Renaciente de sus cenizas, el monasterio se recupera más hermoso y más grande que nunca para conocer un periodo de prosperidad en el siglo XVIII. Ese periodo será, lamentablemente, de corta duración.

El 23 de junio del 1793, el general francés Loison bombardea, saquea y quema la abadía, en represalia, al parecer, de la intención que hubiera tenido Louis XVI de refugiarse allí. La fuga del monarca tenía que, recordamos, acabarse en Varennes, el 20 de junio del 1791.

Durante treinta años, un pesado abrigo de silencio envolvió las ruinas del prestigioso monasterio donde monjes, famosos artistas, habían vivido. La fama de su farmacia y de sus cirujanos se extendía por toda Europa. La abadía también participaba a actividades industriales, la explotación de forjas que en 1764 “produjeron más de un millón y medio de libras de hierro”.

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Página 3 del documento sobre Orval. Pincha para ampliar.

Y como el Phoenix…

En 1926, el Padre Marie-Albert van der Cruyssen llega a Orval con el plan casi utópico de dar nueva vida a la piedra difunta. Oficial de ingeniería durante la guerra 1914-1918, el Padre Van Der Cruyssen se había retirado a la “Grande-Trappe”, famoso monasterio de Normandía. La familia de Harenne, propietaria de Orval desde generaciones, ofreció espontáneamente la ubicación y las tierras vecinas a los intrépidos monjes blancos.

Era un grupo de monjes franceses de la abadía de Sept-Fons, reforzado por algunos cistercienses venidos de Brasil. Bajo la dirección entusiasta de Dom Marie-Albert van der Cruyssen, y gracias a la generosidad de algunos mecenas, le primera piedra de la nueva abadía se colocó en 1927. Los planos de los edificios son del arquitecto H. Vaes.

Y el milagro se produce: veintidós años más tarde, en 1948, a pesar de cinco años de guerra que no han interrumpido las obras, un conjunto de edificios monásticos que comprende una basílica nueva, renace de sus cenizas cerca de las ruinas de la antigua abadía.

La cervecera y la “trapense”

No obstante durante esos tiempos de complicadas realidades materiales, el mecenazgo más generoso no fue suficiente para asumir la pesada carga de trabajo de reconstrucción. Y así nació naturalmente en 1931 la idea de instalar una cervecera en la abadía, como en la lejana Edad Media.

En la actualidad, podemos de nuevo degustar le cerveza de los trapenses, producida según las recetas seculares pero con todos los perfeccionamientos de la técnica moderna. Esta cerveza sin filtrar y fabricada según el método de alta fermentación, solo contiene materias primas absolutamente naturales: agua de la milenaria “Fontaine Mathilde” que brota en el recinto del monasterio, malta, lúpulo, azúcar y levadura, con exclusión de cualquier otro producto.

La “trapense” de Orval  es una cerveza especial muy refinada que pide ser servida con arte. Está embotellada en la cervecería y cada etiqueta menciona el día y el mes del trasiego. Puede solamente ser consumida después de tres meses de conservación en una bodega a temperatura moderada.

Se servirá la cerveza lentamente y sin agitar la botella, se mantendrá esta misma casi horizontalmente inclinando el vaso de manera a que no se lleve la levadura. Se dejará en la botella un depósito de un centímetro. Si hemos tomado además el cuidado de madurar la “Orval” a una temperatura de 12 a 14 grados centígrados, se obtendrá un vaso con cerveza espumosa, entre las más sabrosas que hayan halagado el paladar humano.

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Página 4 del documento sobre Orval. Pincha para ampliar.

La cerveza de Orval lamentablemente no se presta para exportar porque la levadura que contiene prohíbe trasporte de larga duración. Por eso, pedidos con origen de Canadá, Congo, Israel y más países han tenido que ser rechazados. La producción de la cervecera está por cierto limitada. Los monjes no hacen ninguna publicidad y solo producen para cubrir la cartera de pedidos.

“… Y yo, soy solo oración”

En el silencio, monjes están trabajando en los campos y en los bosques, en los establos y las queserías. Es en esta quesería, instalada dentro de los antiguos subterráneos, que se fabrica y madura el famoso queso de Orval, llamado también “trapense”. Otros cumplen humildes tareas indispensables a la vida comunitaria: cocina, panadería, vestuario, zapatería, carpintería, etc. Otros se encargan de la hospitalidad que alberga a los laicos deseosos de retirarse en este sitio tan sereno. En fin, algunos se hacen cargo de la cervecera. El trabajo es para todos una forma de oración.

Los miles de visitantes que la abadía acoge cada año no tienen acceso al claustro propiamente dicho donde, en estos tiempos de declive de la fe y descristianización, cincuenta monjes rezan y trabajan en comunidad. Cincuenta monjes que viven cada día el versículo 4 del salmo 108: “… y yo, soy solo oración”.

M.C.C. DE BACKER
11/i/71

Este artículo no puede ser reproducido entero o por parte sin mencionar la fuente. Agradecemos por adelantado a los periódicos y los diarios que tengan la amabilidad de hacernos llegar un ejemplar del número donde aparecerá.

Comentarios

  1. Hola David,

    Si te soy sincero mi interés inicial se mezcló con cierto escepticismo cuando ya en la primera página habla de cervezas trapenses, su definición y protección legal... términos que en realidad no se materializaron hasta los años 90 con la creación de la AIT. Pero lo cierto, es que se pueden encontrar varios artículos en la red de M.C.C. De Backer que datan de esos mismos años… así que tampoco voy a desconfiar sobre su autenticidad.

    En cuanto al contenido del artículo de M.C.C. De Backer es más bien discreto, en realidad no aporta información novedosa y existen artículos e incluso post en algunos blogs cerveceros que han tratado el tema de la historia de la abadía y su cerveza de manera más profunda, rigurosa y documentada… pero claro no tienen el valor de este documento que data de 1971. Gracias por compartirlo.

    Saludos

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    1. Hola, Miguel.

      En ningún momento sostengo que la información del artículo sea "novedosa". Sí afirmo que este documento concreto (y su texto) no aparecía en Google; hasta que yo lo indexé.

      Seguro que hay (y habrá) artículos con más profundidad. Sin embargo, la rigurosidad de mi publicación es indiscutible.

      No pretendo abarcar toda la historia de Orval en esta entrada. Eso se lo dejo a los "expertos". Mi propósito es mucho más humilde: ofrecer la traducción de un documento que hasta ahora no se conocía.

      Gracias por tu comentario.

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  2. Interesante documento sobre una abadía y su cerveza llenas de historia, evocación y sabor. Gracias por traducirlo y compartir David, creo que cada granito de arena de difusión de cultura cervecera en España y en español vale su peso en oro.

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    1. Gracias por tus palabras. Comentarios así me animan a seguir con el blog.

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